Vida después de la vida
Gustavo Amuchástegui

Es un hermoso título, que transmite muchas cosas.

Quién no daría lo que fuese para conocer la veracidad del interrogante: ¿Existe vida después de la muerte?. ¿Existe algún estado de conciencia que perdure tras el final del cuerpo?.

Este es sin duda la mayor de las preguntas que se haya planteado el ser humano desde que se bajó del árbol; cuando su inteligencia le jugó la mala pasada de enfrentarlo con la realidad de su propio final. Desde ese momento, los hombres necesitamos hallar una respuesta. Algo que nos dé la esperanza de que la muerte no es realmente el final. Pero, lamentablemente, una cosa es lo que nos gustaría que ocurra, y otra muy distinta es lo que ocurre verdaderamente.

A menudo pensamos que tiene que existir una forma de vida posterior a la muerte, ya que de lo contrario nuestra existencia no tendría sentido. Pero, que algo tenga sentido... ¿para quién?. Nosotros, como seres pensantes, le adjudicamos sentido o no a las cosas según "nuestra" conveniencia. Pero lo cierto es, que a la naturaleza puede importarle un rabano "nuestra conveniencia", o lo que para nosotros pueda o no "tener sentido". Qué sentido tiene que un niño nazca malformado, o retrasado mental, o que muera a los dos meses de vida. Qué sentido tiene que haya un terremoto y en 30 segundos se terminen los planes y vivencias de miles de personas. Y así podríamos citar mil ejemplos, y llegaríamos a la conclusión de que a la naturaleza poco le importa lo que para nosotros "tiene sentido".

Encontramos literatura pseudocientífica por doquier, que trata de demostrar la existencia del más allá mediante experiencias que ciertas personas dicen haber tenido "después de la muerte". Pero lo cierto es que estas experiencias son tan poco claras como los trabajos pseudo-anti-científicos y totalmente parciales que intentan explicarlas. Nos hablan de personas que, tras sufrir un paro cardíaco por cualquier causa, ven luces brillantes, pasan por un túnel, tienen vivencias religiosas o se encuentran con seres allegados que ya han fallecido y que vienen a recibirlos. Luego, a muchos de ellos "alguién" les dice algo así como: "aún no estás listo" y entonces esas personas vuelven a la vida, y pueden contar lo sucedido. Pero estas historias son de por sí ridículas desde el principio ya que, dichos individuos: ¡jamás estuvieron muertos!. Se trata de engañar a la gente con la idea de que: Paro Cardiorrespiratorio (mal llamado "muerte clínica"), equivale a haber estado muerto por algunos minutos. Esto es totalmente falso. La equivocada idea surge de tiempos remotos (no tan remotos), cuando el hombre asoció la ausencia de latidos cardíacos perceptibles y de movimientos respiratorios, con la muerte. Es que antes de la invención de la aparatología médica moderna, ésta era la única manera de poder decir: "esta persona está muerta". Pero hoy sabemos que la cosa es mucho más compleja. Nuestra mente, nuestra personalidad y en definitiva todo lo que somos, radica en el cerebro. Cualquier alteración que alcance las regiones cerebrales necesarias, ya sea en forma transitoria o permanente, puede cambiar nuestras reacciones, nuestro intelecto, nuestros sentimientos, nuestra forma de ver el mundo, y en definitiva nuestra personalidad entera. Por un daño cerebral puede convertirse a un niño normal en un oligofrénico, a un tranquilo padre de familia en un maniático peligroso, a un hombre vivaz e inteligente en un ser con reacciones no muy distintas a las que tendría un vegetal.

Por desgracia, éste noble órgano requiere necesariamente de una cosa para poder funcionar: Sangre (que transporte oxígeno y nutrientes en proporciones adecuadas). A su vez, el aporte sanguíneo depende de dos cosas principalmente: de la respiración, y del bombeo cardíaco. Sin ellos, el cerebro se deteriora y posteriormente muere. Pero esto de ningún modo ocurre de manera inmediata, sino que se tarda algunos minutos. Por ello, si se logra revertir las causas que llevaron al paro cardiorrespiratorio antes de que el cerebro se dañe en forma permanente, todo puede volver a la normalidad. De esta manera, la persona en cuestión NUNCA ESTUVO MUERTA, sino que se mantuvo en un estado de inconsciencia propio del shock que el cerebro está sufriendo debido a la escasez de sangre, y que desaparece una vez restablecida la circulación. Por ello, pretender argumentar que una persona "estuvo muerta" durante unos minutos solo porque sufrió un paro cardíaco, para la medicina moderna es tan ridículo como lo es para la astronomía decir que el Sol es el centro del universo.

Por otro lado, las "visiones" experimentadas por la gente que pasó por ese "viaje", no escapan a la explicación simple de tratarse de alucinaciones provocadas en un cerebro que está pasando por un mal trance. El hecho es, que estas "visiones", pueden ser reproducidas con total exactitud de manera experimental o accidental, pero en un terreno muy alejado de la muerte. En lo experimental, me refiero al uso de drogas, que lejos de llevar a la persona al peligro de muerte, provocan las mismas vivencias celestiales narradas por "los resucitados". En lo accidental, me refiero a experiencias vividas por ejemplo por los pilotos de aviones supersónicos, que pierden la conciencia cuando por determinadas maniobras de vuelo sus cuerpos son sometidos a presiones exageradas, haciendo que la sangre fluya hacia los miembros y se aleje del cerebro. En este estado transitorio, del cual se recuperan espontáneamente y sin maniobra de resucitación alguna, los pilotos narran haber "visto" luces brillantes, túneles, e incluso haber tenido experiencias religiosas o encuentros con familiares muertos. En mi opinión, estas visiones no son más que alucinaciones de un cerebro privado del aporte sanguíneo necesario, y nada tienen que ver, ni remotamente pueden probar, la existencia de un más allá al que algunos humanos bienaventurados pudieron acceder en forma pasajera.

Si tomáramos estos relatos como ciertos, tendrían unas derivaciones muy interesantes. Por ejemplo, los médicos ya no necesitarían tomarse el trabajo de reanimar a una persona que está "en paro", ya que si ésta no debe morir, tendrá sus visiones en el paso al más allá, y luego alguien le dirá: "no es tu momento", "aún no estás listo", o alguna otra cosa por el estilo, y le darán el boleto de regreso a esta vida terrenal sin mayor trámite.

Lo cierto es que hoy, la muerte no se diagnostica por el cese de la función cardíaca y respiratoria, sino por la Muerte Cerebral; de la cual, hasta el momento, ningún ser humano se ha recuperado, por lo menos en casos científicamente documentados. De hecho, una persona en estado de muerte cerebral puede mantener su función cardiorrespiratoria con ayuda de aparatos, o incluso sin ellos, en forma espontánea, por bastante tiempo. Esto se debe a que las zonas del cerebro que controlan la mecánica cardiorrespiratoria son más resistentes al daño que las zonas que controlan las funciones cerebrales superiores. Sin embargo, su cerebro está muerto, lo que equivale a que LA PERSONA ESTá MUERTA, aunque su corazón y pulmones continúen funcionando. En esto se basan las leyes de transplante de órganos a partir de donante vivo en todos los países en donde se realizan.

De esta manera, pretender asociar de manera directa la muerte con el cese de las funciones vitales básicas es totalmente arcaico y equivocado. No es más que otra forma de engaño, que sustenta uno más de los grandes negocios que manejan las pseudociencias, aprovechándose de la credulidad de la gente y de nuestro deseo de perdurar.

Hasta hoy, las religiones se habían encargado de administrar nuestras esperanzas de vida eterna y sacado todo el provecho que obtenían de ello, dominando nuestras mentes a su conveniencia. Pero ahora le ha surgido una competencia, más modesta en sus ambiciones de poder, pero también menos escrupulosa e igual de interesada: Las Pseudociencias, que explotan nuestro miedo a la muerte crecen entre nosotros con todo éxito.

Gustavo Amuchástegui

Agosto de 1999


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